jueves, 25 de agosto de 2011

Estampas balinesas III: Taman Ayun y Tanah Lot.(¡pero, de dónde ha salido tanto turis!)

No sé si en el post de nuestro desembarco en Bali hablamos de la carretera que une Gilimanuk, puerto de los ferris que une Java con Bali, y la capital de ésta última, Denpasar. Si no fue así, esperad a unas líneas más adelante y veréis.
Después del revitalizante desayuno nos ponemos en marcha para ver Taman Ayun. Como es ya habitual en nosotros, durante el recorrido y para no perdernos, vamos preguntando a los lugareños el camino, para lo cual hemos desarrollado una técnica única en su género: "Sorry, go to …....?" "Terima kasih" "Sama, sama" y a salir pitando. Bueno, pues como decía, según la Lonely, un templo éste de Taman Ayun muy importante para los balineses, y como éste, también los otros miles que tiene la isla, siempre según la Lonely.
Para nuestro asombro el precio del templo es de 3000 rpi, barato pero, claro, como solo puedes verlo desde fuera pues te quedas con las ganas, pero eso sí, muy bonito. Otra cosa, no sé si os hemos contado que colarse en los templos haciéndose pasar por budista tiene una hermosa multa.
De aquí salimos en dirección a la costa con la intención de pasar un rato tranquilo en la playa antes de ir a Tanah Lot y es aquí donde entra la temible autopista al infierno. Debemos realizar un trayecto de unos 7 u 8 km entre Tabanan y el desvío. Como antes expliqué, esta carretera es un eje de unión principal de las islas y por ella van los las miles de motos, los coches, los camiones y los suicidas conductores de autobús de línea regular. Si la velocidad media en la isla ronda los 40km/h., aquí se llegan a superar los 70km/h., siempre que el tráfico y los baches de la carretera lo permitan. Y ahí nosotros con nuestro barbi-scooter y nuestros 40km/h. de velocidad media y de pronto ves por el espejo retrovisor a ese conductor de autobús con cara de loco como si fuera Fernando Alonso en su Ferrari y tú el pobre chico del Minardi que no sabes dónde meterte. Y a todo esto le debéis añadir la densa nube tóxica de los tubos de escape, la arena y quién sabe más.
Así, con más pena que gloria, pasamos el trance y nos desviamos por esas queridas y tranquilas carreteras secundarias, admirando los ya repetitivos campos de arroz, pero no por ello menos bellos, y los pueblecitos con su arquitectura tradicional.
Al fin llegamos a un complejo de bungalows en la playa deliciosamente decadentes, regentados por una abuelita, donde dimos cuenta de unas ricas gambas, unos rollitos de primavera exquisitos y un par de frías Bintangs (¡qué rica la cerveza de esta tierra!) bajo la pérgola del restaurante y disfrutando de una estupenda vista del Índico.
Después de un paseo inolvidable por la desierta playa, con pena nos fuimos por nuestras queridas carreteras secundarias a ver el famoso atardecer de Tanah Lot, que todo el mundo habla de él como algo sensacional.
Esta vez sí, como dice la Lonely, una trampa para giris. Suponemos que lo que en su día tuvo de místico se quedó en el camino y ahora debe rezar en algún sitio la frase: “venid, guiris, y dejad vuestras rupias en este rinconcito balinés”. Porque guiris, haberlos los había y no sabéis qué de cuántos. Había que ir...
Volvemos al hotel a por una buena ducha y así podernos quitar los quilos de roña de la carretera, eso sí, pasando otra vez por la autopista al infierno y sus kamicaces conductores.

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