martes, 16 de agosto de 2011

El ataque de los monos y cómo seguir la odisea con "monomán"


A partir de hoy habrá un antes y un después en nuestro viaje, queridos seguidores.
A partir de hoy Ana tendrá un duro reto que superar y Juanjo, convertido en monomán, tendrá que soportar difíciles momentos y aprender a controlar nuevos instintos básicos hasta ahora desconocidos para nuestra especie. Aunque también hay que decir que a él, probablemente, no le sean del todo extraños.
Y me explico.
Hoy habíamos decidido pasar parte de la mañana en el Monkey Forest, lugar cercano al hotel Casa Ganesha, donde nos alojaremos esta noche y los últimos 6 días del viaje.
El paseo estaba siendo muy ameno. Los macacos, acostumbrados sobradamente a los humanos, campeaban a su bola por su territorio y nosotros, animadamente, venga que te venga a hacer fotos, de cerca, de lejos, mientras ellos comían, jugueteaban, descansaban o se despiojaban con gran fruición.
¡Qué gran empeño ponían en esta tarea! Era como si hubieran hecho la promesa de no dejar vivo ningún bichito alienígena u objeto no identificado entre los pelos del pariente o la parienta. En fin, era para quedarse horas observándolos, que ellos no se cansaban.
El paseo llegaba a su fin cuando JJ decidió que no tenia aún bastantes fotos y, aprovechando que un par de divertidos macacos jugueteaban entre unas pequeñas lápidas de un abandonado cementerio, se agachó con el firme propósito de hacer "la toma perfecta".
En estas andaba él y yo mientras a lo mío, cuando escucho un “¿Qué haces, Ana?” Y yo, que estaba a un par de metros, me vuelvo y no veo a Juanjo, sino que me encuentro con una manta de pelos grises cubriendo toda su espalda, TODA.
¿Qué hacer en estos momentos de indefensión? Mi reacción inmediata fue gritar a la bestia que iba comerse a mi chico y así lo hice, pero se me olvidó que los carteles del parque advertían de que no era la mejor forma de dirigirse a estos animalitos y se volvió hacia mí con ojos de tigre y dientes de vampiro, y lo único que se me ocurrió hacer, al igual que hacían otros cercanos turistas, fue hacer “la foto perfecta”.
¿Dónde andaba el guarda que hacía menos de un minuto había merodeado por allí? ¿Por qué el macaco se había empeñado en despiojar a mi novio, en quitarle las gafas y en quedarse pegado cual lapa inmunda a su espalda como si de su pariente o parienta más cercano/a se tratara?
Lo que Juanjo sintió durante estos largos, larguísimos, 2 minutos sólo él lo puede explicar. Utilizad la opción de comentarios, que él estará dispuesto a responder. Monomán sigue afectado desde entonces... Ha tenido una noche intranquila...
 Lo dicho, un antes y un después.



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