A partir de hoy habrá un antes y un después en nuestro viaje, queridos seguidores.
A partir de hoy Ana tendrá un duro reto que superar y Juanjo, convertido en monomán, tendrá que soportar difíciles momentos y aprender a controlar nuevos instintos básicos hasta ahora desconocidos para nuestra especie. Aunque también hay que decir que a él, probablemente, no le sean del todo extraños.
Y me explico.
El paseo estaba siendo muy ameno. Los macacos, acostumbrados sobradamente a los humanos, campeaban a su bola por su territorio y nosotros, animadamente, venga que te venga a hacer fotos, de cerca, de lejos, mientras ellos comían, jugueteaban, descansaban o se despiojaban con gran fruición.
¡Qué gran empeño ponían en esta tarea! Era como si hubieran hecho la promesa de no dejar vivo ningún bichito alienígena u objeto no identificado entre los pelos del pariente o la parienta. En fin, era para quedarse horas observándolos, que ellos no se cansaban.
El paseo llegaba a su fin cuando JJ decidió que no tenia aún bastantes fotos y, aprovechando que un par de divertidos macacos jugueteaban entre unas pequeñas lápidas de un abandonado cementerio, se agachó con el firme propósito de hacer "la toma perfecta".
En estas andaba él y yo mientras a lo mío, cuando escucho un “¿Qué haces, Ana?” Y yo, que estaba a un par de metros, me vuelvo y no veo a Juanjo, sino que me encuentro con una manta de pelos grises cubriendo toda su espalda, TODA.
¿Dónde andaba el guarda que hacía menos de un minuto había merodeado por allí? ¿Por qué el macaco se había empeñado en despiojar a mi novio, en quitarle las gafas y en quedarse pegado cual lapa inmunda a su espalda como si de su pariente o parienta más cercano/a se tratara?
Lo que Juanjo sintió durante estos largos, larguísimos, 2 minutos sólo él lo puede explicar. Utilizad la opción de comentarios, que él estará dispuesto a responder. Monomán sigue afectado desde entonces... Ha tenido una noche intranquila...
Lo dicho, un antes y un después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario