lunes, 22 de agosto de 2011

Estampas balinesas: sobre dos ruedas

Hola, amigos.
En este viaje de momento habíamos probado diferentes tipos de vehículos: aviones de hélice de turbina, barcos, coches y autobuses de línea regular, becaks (los rickshaws indonesios), pero nos quedaba uno, la moto. Y a eso nos hemos dedicado hoy, a recorrer una parte de la isla en moto.
El trayecto elegido ha comenzado con la visita al templo más fotografiado de la isla, Pura Danau. Desde Ubud, según Google, 48km.
Hasta aquí esto no representa un reto: quién de nosotros no hemos conducido esos kilómetros en nuestro país. Pero, si cambiamos el sentido de la circulación y conducimos por la izquierda y le añadimos unas cientos de motos en tu misma dirección, otras cientos de motos en sentido contrario y unos cuantos coches y camiones... y eso no es todo amigos, si además le añadimos que las líneas continuas son solo una invitación para rebasarlas y que un simple pitido es un anuncio de que alguien quiere adelantarte, que niños, perros u otras cosas indeterminadas pueden abordar la calzada, pues vosotros diréis.
Después de concienciarnos durante unos días del reto, nos traen a la misma puerta del hotel a nuestra reluciente Scooter, una Honda, no sé qué modelo, de color fucsia metálico; vamos, el complemento ideal de la Barbi (pero aquí no se fijan en eso, menos mal) y pá allá que vamos: primera curva, segunda curva, esto está hecho, jejeje. Pero no caemos que aquí, cuando nacen, les instalan un GPS en la cabeza, porque de cartelitos con las indicaciones, poquitos. Así que, como es normal, nos perdemos y lo que parece que tenía que ser un recorrido de 10 minutos, se convierte en más de una hora. Al fin encontramos la ruta y un solo comentario: el depósito marca “empty” desde hace bastante rato. Vemos un cartel indicativo de gasolinera cercana, y unos metros más allá Ana dice: “Juanjo, ¿por qué te paras?”. A lo que simplemente respondo: “Yo no me paro es la moto que se para.” En ese momento alzamos ambos la vista y, como si se nos hubiese aparecido la virgen, una gasolinera en la esquina. Así que descabalgados de nuestra montura fuimos a dar de beber al caballo. En la gasolinera, y rodeado de otras 10 o más motos en perfecta doble fila, todos haciendo cola para repostar.
Dos horas más tarde apareceríamos en nuestro primer destino, el cual, sinceramente, nos defraudó. Repusimos fuerzas en un restaurante local, en el que también pudimos saborear un zumo de fresas locales, y más tarde visitamos unas cataratas. Y como se nos echó el tiempo encima, decidimos y visitamos un bonito templo.
De vuelta al hotel nos encontramos, como no, con el tráfico del domingo, nos abrazó la noche y los bonitos campos de arroz se volvieron una trampa de mosquitos y otros insectos que, al parecer, no tenían otra cosa que hacer que estrellarse contra nosotros, como si de un deporte olímpico se tratara.
Como no podía ser de otra forma, y más aún siendo de noche, nos perdimos y sólo después de preguntar un par de veces (que para eso el refranero español tiene su “Preguntando se llega a Roma”) llegamos al hotel.
Y eso eso es todos amigos.

Pd. Mañana prometemos fotos de la super moto que repetimos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario