sábado, 13 de agosto de 2011

Sobreviviendo entre al sulfuroso Ijen

De nuevo hoy teníamos que estar a las 4 am dispuestos, desayunados, con las maletas preparadas y descansados, que la caminata sería más dura que la de ayer. Por eso teníamos que intentar dormir un poco más.
La pésima infraestructura de la zona no nos lo ponía fácil, porque el hotelito al que nos llevaron se aproximaba más a un establecimiento del siglo pasado por el que nadie había decido pasar un trapo con detergente y en el que no se habían realizado reformas desde entonces... En fin, había que dormir y después de una frugal cena nos fuimos a la cama (por primera vez en el viaje tuvimos que hacer uso del saco sábana). Y pasamos frío, y hubo ruido de gente, de las oraciones de la noche y de la fuente del patio central; pero pudimos dormir y recuperar fuerzas.
Menos mal, porque los 3 km de subida continuada al cráter del Ijen nos costaron lo suyo. Eso sí, pedazo de paisaje el que atravesamos y pedazo de visión la que obtuvimos al llegar. Visión, sí, porque entre el humo, el olor sulfuroso y los mineros que descendían al cráter para volver cargados con 80 kg de azufre a las espaldas, los últimos metros se convirtieron en algo difícil de explicar.
Al principio pensamos que este volcán no iba a querer mostrarnos su cráter, pero poco a poco la espesa nube que cubría todo fue desapareciendo y apareció en su interior un bello lago de color turquesa que contrastaba con el blanco amarillento de las paredes descubiertas del cráter.
De nuevo los esfuerzos y el madrugón habían merecido realmente la pena.

1 comentario:

  1. Ya estoy en las Americas para haceros la competencia jeje.Joder que frio hace en san Francisco y yo lo más que he traido es un jersecito fino.

    Ojito con el olor a huevos podridos que engancha.

    Besos

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