sábado, 20 de agosto de 2011

TransFlores Highway (tercera y última etapa)


Este es nuestro tercer ascenso a uno de los cientos de volcanes de Indonesia, otro de los más visitados junto con los dos anteriores, Bromo e Idjen.
Nuevo madrugón (a las 4 am, creo que ya lo habíamos dicho, pero es que es muy fuerte) y nuevo pago por la cámara, esta vez 50.000 rupias/cámara además de la entrada.
Un inciso: en Komodo habíamos pagado también 50.000 IDR por cámara, pero es que no había que pagar entrada y Kelimuto tiene desde el año pasado la misma categoría de Parque Nacional que Komodo ¿cómo se explica? En Idjen, además de la entrada, hay que pagar 30.000 IDR/cámara. Esto de pagar por la cámara existe en otros países, como Egipto, y sirve para recaudar más pasta, además de lo que se paga por la entrada, diferente en cada lugar, en función de su categoría.
¿Que con cuál de los tres volcanes nos quedamos? Dificil respuesta ésta. Cada uno tiene una identidad propia y unas características que le hacen ser único en su especie. El paisaje lunar de Bromo desde el ViewPoint al amanecer con las lenguas de lava, el entorno sulfuroso y turquesa de Idjen después de la espesura del bosque y, por último, los tres lagos de Kelimutu tan pegados y de colores tan diferentes: negro, para alojar los espíritus de los malos (hace unos años era rojo, luego pasó a marrón-coca-cola y ahora ya es negro), al otro extremo, el azul, donde las almas de los jóvenes descansan eternamente, y el de en medio, el más grande, verde turquesa con toques amarillos del azufre, para alojar los espíritus del resto de los muertos, que, claro, son la gran mayoría.
Parece ser que es muy probable que, después del paseo (no muy largo, por cierto, y muy cómodo, ya que han hecho unas escaleras de cemento) y el previo madrugón, uno se encuentre con que alguno o los tres lagos están cubiertos de nubes, con lo cual el espectáculo baja de categoría. Pero a nosotros nos sale perfecto. Gracias, Kelimutu, volcán sagrado y venerado por los animistas de la zona.
De vuelta al fabuloso hotelito, el deseado y agradable desayuno en el restaurante, una buena ducha bajo los rayos del sol que ya entran por el inexistente techo y oyendo los cánticos de las múltiples especies de pájaros del valle, y vuelta al coche.
En el camino a Maumere visitamos una aldea tradicional de la zona, que muestra diferencias arquitectónicas en sus cabañas con respecto a las del día anterior. La mujer del líder sale a nuestro encuentro y entablamos conversación con Mikael de intérprete. Curioso: se vino a vivir a la aldea desde Yakarta cuando los hijos ya eran mayores y ahora no lo cambia por nada.
Al llegar a Maumere comemos en un restaurante del puerto y después vamos al hotel, a 9 km. de esta sucia y ruidosa ciudad costera.
Se acabó el “road travel” por la Transflores. Se acabaron lo baches, las continuas obras y remodelaciones del asfalto, se acabaron también los arrozales en bancales, los niños, sus sonrisas y sus “Hello, Mister!!, Hello, Missis!!”, las panorámicas de altas montañas rebozadas todas de verdes arboledas, palmerales, cocoteros, papayas, helechos... las imponentes presencias, a veces directas, a veces ocultas, de los terribles volcanes, se acabaron esos brillantes atardeceres sobre los húmedos arrozales.
No perdáis de vista esta isla que hace 5 años se abrió al turismo y cuyas gentes, simpáticas y acogedoras, al igual que el paisaje y sus tradiciones, a buen seguro os darán buen recibimiento si no pasáis de largo por aquí y hacéis algo más que visitar el Parque Nacional de Komodo y alojaros en el hotelito playero de las afueras de Maumere, en el que nos tomamos una tarde de relax y al que llegan en veleros los australianos que recorren la costa.
Esta isla bien merece un recorrido por el interior e incluso dedicarle más tiempo que lo que nosotros hemos hecho: atreveros a alquilar una moto o un coche entre varios, a conducir por el carril izquierdo de la destartalada Transflores y a parar donde os apetezca. Apostamos a que no se os olvida la experiencia.

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