sábado, 13 de agosto de 2011

A la conquista de VULCANO


Lo que hay que hacer para disfrutar de un espectáculo inolvidable o lo que nos ocurrió entre el 10 y el 11 de agosto

Ayer nos despedimos de Yogya, con la sensación habitual que se tiene en los viajes cuando sales de un sitio: me quedan cosas por ver, ¿volveré algún día?
Menudo día de traqueteo, apreturas y aburrimiento en un minibús donde 8 personas, una tokiota, cuatro franceses y el octavo pasajero, de identidad incierta, pero que la final del viaje parecía hablar francés con más soltura que inglés, alors..., 8 personas con sus respectivos bultos, pues, nos apretujamos durante 12 horas y sólo dos paradas, una para comer y otra para cambiar a otro minubús aún más pequeño.
Una sopita caliente, que apetecía a mil y muchos metros de altitud, una revisión a las fotos del último día en Yogya (estupendas) y a dormir. El despertador iba a sonar en 4 horas, a las 3:15am en estos mundos (ustedes calculen la hora en España...) y después un jeep nos llevaría a las faldas de una pendiente que habríamos de remontar para descubrir la imagen del día.

Entre 150-200 personas hemos disfrutado de un imponente amanecer y, curiosamente, la foto no estaba en ver salir el sol detrás del horizonte, sino que, en esta ocasión, la imagen inolvidable ha sido la de los tres volcanes, uno de ellos activo, que la tierra a creado dentro de otro gran cráter, el cráter del Monte Bromo.
A pesar del montón de horas de coche, a pesar del madrugón y a pesar de ser tantos compartiendo el momento, ha merecido la pena. El día nos ha acompañado y un cielo plagado de estrellas ha dejado paso al cielo azul, con un mar de nubes a nuestra izquierda, las cumbres y la fumarola de frente... espléndido amanecer.
Después hemos ido a la base del cráter activo para subir a la cresta: allí hemos visto de cerca la fumarola y hemos oído el rugido de la tierra. Imponente e inolvidable.

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